viernes, 25 de mayo de 2012

BAILANDO CON EL DIABLO



Puntuación: ☆☆☆☆☆



Empezaré por advertir que mi opinión va a ser absolutamente positiva. Sherrilyn Kenyon y sus Cazadores Oscuros son una maravillosa debilidad para mí.

Ésta es la historia del Cazador Oscuro Zarek. Antes de leer su historia había leído unas pocas de otros Cazadores en las que había aparecido de refilón, y cogí con inmensas ganas el libro, pues me intrigaba muchísimo. ¿Cómo un hombre como Zarek, brusco, hostil, iracundo y lleno de odio y desprecio hacia todo el mundo, iba a ser en el amor? La verdad es un personaje difícil con el que tratar, pero Sherrilyn ha sabido escogerle la historia perfecta para él. ¡Ah, maravillosa Sherrilyn!

En éste libro descubrimos que Zarek tiene justificado el gran odio que siente hacia todo el mundo. Es un hombre que no ha conocido la ternura, la compasión, el cariño, el calor de un abrazo. Las palabras <<amistad>>, <<confianza>> y <<amor>> le son extrañas, ajenas, incomprensibles, desconocidas. Su vida ha estado regida por la crueldad, el sufrimiento, el desprecio, la injusticia y el dolor siendo esclavo griego de su propia familia. Engendrado por una violación de su padre, un violento senador romano, a su madre, una vulgar esclava, Zarek es menospreciado y rechazado tanto por el uno como por el otro. Su madre se deshace de él sin miramientos, y su padre lo acoge en su hogar, pero como chivo expiatorio de sus hijos legítimos.

Astrid por el contrario, es una ninfa que vive en el Olimpo, sobreprotegida por su madre y sus tres hermanas mayores: las Moiras. Su mundo siempre ha sido tranquilo, acogedor, hermoso, y lleno de ternura y paz. Sus hermanas le profesan todo su cariño al ser la hermana pequeña, y su madre igual. Es una ninfa de la justicia, y su trabajo consiste en juzgar a los Cazadores Oscuros. Su decisión es equivalente a la vida o la muerte.

Así es como ambos personajes tan diferentes y con tan poco en común, terminan relacionándose. 

Zarek, tras dos actos de descontrol y violencia que son decisivos para su condenación, es sometido a un juicio que determinará si es merecedor de la vida o de la muerte. Él no sabrá que está siendo juzgado durante las dos semanas en las que Astrid tendrá que ser capaz de ver algo en él que merezca perdonarle la muerte. Y tendrá que tener determinación, paciencia y fe para ello. Tendrá que ser capaz de ver tras las capas y capas de odio, resentimiento y desprecio que cubren el corazón de Zarek para encontrar algo que merezca ser salvado en él. Tendrá que ver con el corazón: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.

En la historia se menciona al libro de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, que curiosamente es el libro favorito de ambos personajes. 

Astrid, al ser jueza y al verse en la obligación de ser imparcial y tener mano dura; al tener que ser objetiva sin dejar que los sentimientos se involucren, siente que se está volviendo, fría, insensible, de piedra. Y eso le preocupa y no le gusta. Así que el libro le sirve para consolarse, para encontrar en él un poco de sensibilidad, de bondad, de amor. 

Para Zarek, sin embargo, significan sueños, significa esperanza. La esperanza de aprender a reír algún día.

Así, ambos personajes se complementan, encontrando el uno en el otro lo que tan vehementemente anhelan.

Astrid consigue sentir con Zarek tan fuerte como nunca había sentido por nadie. Por primera vez en su vida, es capaz de sentir dolor, sufrimiento, compasión, indignación y tristeza con una intensidad como nunca. Y por ello siente deseos de abrazarlo y consolarlo, de enseñarle que hay muchísimas cosas maravillosas en la vida fuera de lo que él conoce.

Zarek descubre en Astrid un mundo desconocido y cálido para él. Un mundo del que jamás querrá verse obligado a marchar.

La historia es hermosa y tierna, con trazos de violencia y sufrimiento, pero absolutamente perfecta. Como en todos sus libros, está dotado de buenas dosis de humor y sarcasmo. Y como todos sus libros, te hace sentir el amor más apasionado en tus carnes.

Un libro de 10, sin duda.
LIZZIE VILLKATT

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