viernes, 10 de agosto de 2012

AGNES GREY



Puntuación:☆☆☆


Sigo en mi línea, es decir, en pleno apasionamiento por la literatura victoriana. Así que hoy os traigo la reseña de la última novela que he leído y reúne estas características. Es la única obra que me faltaba para haber leído a las tres hermanas Brontë.

Agnes Grey nos permite introducirnos en la reflexiva y nostálgica mente de una joven llamada Agnes, viniente de una familia humilde que está pasando dificultades económicas. Con el propósito de ayudar a su familia, ya sea aportando un salario mínimo como ahorrándoles su manutención con su partida, Agnes se marcha de su hogar para probar trabajar de institutriz. En un principio ella se muestra entusiasmada, pues toda perspectiva se le aparece favorable: tanto la motivación de ayudar a su familia como la de ver más mundo y evolucionar como persona, teniendo para ello que poner en práctica facultades que, estando en el arropo familiar, nunca ha necesitado emplear. Sin embargo, pronto su entusiasmo se verá malamente afectado por la asimilación de la realidad: sus alumnos no son tiernos corderitos que desean ser educados y asumen la importancia de una mente cultivada. En cambio, son niños traviesos y mimados que se comportarán como salvajes ingobernables.

Llegados a este punto la novela sugiere una crítica a la paternidad. Porque Agnes se ve en la posición de tratar con unos niños que tienen unos modales espantosos y unas aficiones macabras, como la de mutilar pájaros vivos. Pero Agnes está en una situación difícil, porque si bien tiene permiso para inculcar (en vano) información de valor en esas huecas cabezas, no tiene el poder a emplear para corregir su mal comportamiento. Su poder con los niños es limitado. Sus padres no consienten que ella corrija la actitud de los muchachos con un efectivo correctivo, como lo sería un severo castigo o unas duras palabras que hicieran efecto en los niños; en cambio, no se reprimen a la hora de criticar a Agnes, culpándola de no moderar a sus niños. En más de una ocasión también se ve como los padres mismos son un mal ejemplo para los niños, y que su filosofía educativa jamás hará de esos niños seres sensatos, sensibles y civilizados.

Agnes Grey es una obra muy ilustrativa en cuanto a la época, tanto refiriéndose al ambiente, a las costumbres arraigadas de los nobles y a la común actitud de ociosidad, materialismo y vanidad que adoptaban sus contemporáneos más pudientes.

Por ejemplo, se vale del personaje de Rosalie Murray para retratar a la engreída dama de época. Rosalie es una joven bella, pero muy vanidosa y ambiciosa. Parece nutrirse de halagos y no concibe diversión que no incluya pavonearse y exponerse a la admiración de los demás. Además de eso, desea aspirar al amor de todo joven, desea suscitar ardientes pasiones que los hunda en la más acongojada miseria cuando ella los rechace sin mostrar un mínimo grado de cortesía. Sin embargo, no lo hace con concienzuda maldad, y en cambio, es simplemente víctima de su petulancia. Y pagará su arrogancia; ella misma se cavará su propia tumba y será condenada a perecer por siempre en ella.

Su hermana Matilda en cambio, es una joven que deserta de sus obligaciones como dama. No siente la mínima atracción por eventos sociales que tanto entusiasman a Rosalie, y tampoco se preocupa demasiado de su aspecto o de hablar de un modo exento de blasfemias. No parece tener prisa por casarse, como si no le preocupara en absoluto su finalidad de matrimoniarse, y en cambio prefiere pasarse la vida expuesta al aire libre, montando a caballo o viendo expediciones de caza. Por su comportamiento, tan salvaje e inadecuado, será censurada por su familia, sobre todo por su madre.

Personalmente, me ha parecido interesante la descripción de las personas que interactúan con Agnes Grey y la de sus ocupaciones, que consistían en asistir a bailes y demás celebraciones destacadas, en acudir a la iglesia, practicar el bordado y ensayar algún instrumento, salir a pasear por los jardines, leer o recibir visitas. Pocas cosas además de eso era lo que hacían las mujeres. Los hombres tampoco tenían un abanico amplio de opciones, aparte de su asistencia semanal a misa y de participar en eventos sociales, no hacían mucho más que leer, salir a cabalgar o ejercitarse en una cacería.

En cambio, las clases proletarias no tenían una vida tan insípida y sedentaria. Anne Brontë dota a Agnes de una bondad innata que la conduce a visitar a la gente más infortunada con el propósito de hacer más llevadera su condición necesitada. De ese modo también se nos retrata un poco la gente más humilde, aquellos que deben trabajar duro para todo: tanto para mantener a su familia como para permanecer en ese mundo y poder cuidar de ella. Y son pocos los nobles que se apiadan de ellos y se interesan por sus miserias. Y lo más triste de todo es que normalmente, cuando los acaudalados se molestaban en prestarles algún mínimo favor, no lo hacían con el propósito de sosegar sus cansadas almas, sino que lo hacían con la intención de deleitarse con la exuberante gratitud que contemplan en los ojos de los plebeyos, siendo encumbrados por estos al estatus de santería que en realidad no merecían.

Saco en conclusión que aquella época era demasiado egoísta e improductiva. Los ricos no tenían preocupaciones materiales, y en la mayoría de los casos no empleaban su vida en nada fructífero. Criados en un ambiente con la pasividad y la comodidad inútil como doctrinas, carecían de espíritu, de ganas de usar todos aquellos privilegios que poseían para hacer del mundo un lugar mejor que no solo beneficiase a unos pocos. Y los escasos que tenían esas aspiraciones carecían de medios para llevarlas a cabo. Por otro lado, los pobres, los que sí tenían chispa, no podían emplear sus energías en otra cosa que en sobrevivir y procurar la manutención de los que estaban a su cargo.

Es por tanto esta época una etapa cruda para todas las gentes, pero que por alguna razón, tal vez por los límites tan definidos en la sociedad, por las privaciones tan marcadas y los deseos y pasiones tan ardientes que las censuras inspiraban, tal vez por todo ello, es una época que me suscita fascinación y curiosidad.

Y este libro, muy instructivo, como ya he dicho, me ha aplacado bastante mi hambre por conocer más de esta era.

Además de los ejemplos del día a día de entonces, también cuenta con la historia personal de una joven algo tímida y retraída, silenciosa y observadora, sensata y bondadosa, que tendrá que atravesar muchos momentos difíciles y enfrentarse a duras situaciones. Eso además de tener que combatir sus propios anhelos y deseos de felicidad.

El libro posee buenos diálogos y reflexiones muy interesantes, los cuales enriquecen la amena y rica prosa de Anne Brontë.

Es altamente recomendable, y por ello y por todo lo expuesto, le doy un 8.

1 comentario:

  1. Hola, Lizzie!
    Me alegra mucho leer esta reseña. Una tan acostumbrada a las novelas románticas escritas por autoras contemporáneas, espera leer algo de esas escenas románticas en las victorianas, jajaja; mira cómo nos come el cerebro, que tenemos que re-procesar y ponernos el chip de escritoras como las hermanas Brönte o la misma Austen, para absorver la lectura con la misma meticulosidad con que fueron escritas.

    Realmente la pluma de esas autoras es preciosa y maravillosa; es una lástima que actualmente las personas no se cultiven en todas las áreas literarias. Hay que ampliar la gama para que, indistintamente de nuestra preferencia litetaria, podamos hacer referencias y abarcar más puntos de vista que nos enriquezcan como personas.

    ¡Buen sábado, guapa!

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