Puntuación:☆☆☆☆
Sigo
en mi línea, es decir, en pleno apasionamiento por la literatura victoriana.
Así que hoy os traigo la reseña de la última novela que he leído y reúne estas
características. Es la única obra que me faltaba para haber leído a las tres
hermanas Brontë.
Agnes
Grey nos permite introducirnos en la reflexiva y nostálgica mente de una joven
llamada Agnes, viniente de una familia humilde que está pasando dificultades
económicas. Con el propósito de ayudar a su familia, ya sea aportando un
salario mínimo como ahorrándoles su manutención con su partida, Agnes se marcha
de su hogar para probar trabajar de institutriz. En un principio ella se
muestra entusiasmada, pues toda perspectiva se le aparece favorable: tanto la
motivación de ayudar a su familia como la de ver más mundo y evolucionar como
persona, teniendo para ello que poner en práctica facultades que, estando en el
arropo familiar, nunca ha necesitado emplear. Sin embargo, pronto su entusiasmo
se verá malamente afectado por la asimilación de la realidad: sus alumnos no
son tiernos corderitos que desean ser educados y asumen la importancia de una
mente cultivada. En cambio, son niños traviesos y mimados que se comportarán
como salvajes ingobernables.
Llegados
a este punto la novela sugiere una crítica a la paternidad. Porque Agnes se ve
en la posición de tratar con unos niños que tienen unos modales espantosos y
unas aficiones macabras, como la de mutilar pájaros vivos. Pero Agnes está en
una situación difícil, porque si bien tiene permiso para inculcar (en vano)
información de valor en esas huecas cabezas, no tiene el poder a emplear para corregir
su mal comportamiento. Su poder con los niños es limitado. Sus padres no consienten
que ella corrija la actitud de los muchachos con un efectivo correctivo, como
lo sería un severo castigo o unas duras palabras que hicieran efecto en los
niños; en cambio, no se reprimen a la hora de criticar a Agnes, culpándola de
no moderar a sus niños. En más de una ocasión también se ve como los padres
mismos son un mal ejemplo para los niños, y que su filosofía educativa jamás
hará de esos niños seres sensatos, sensibles y civilizados.
Agnes
Grey es una obra muy ilustrativa en cuanto a la época, tanto refiriéndose al
ambiente, a las costumbres arraigadas de los nobles y a la común actitud de ociosidad,
materialismo y vanidad que adoptaban sus contemporáneos más pudientes.
Por
ejemplo, se vale del personaje de Rosalie Murray para retratar a la engreída
dama de época. Rosalie es una joven bella, pero muy vanidosa y ambiciosa.
Parece nutrirse de halagos y no concibe diversión que no incluya pavonearse y
exponerse a la admiración de los demás. Además de eso, desea aspirar al amor de
todo joven, desea suscitar ardientes pasiones que los hunda en la más acongojada
miseria cuando ella los rechace sin mostrar un mínimo grado de cortesía. Sin
embargo, no lo hace con concienzuda maldad, y en cambio, es simplemente víctima
de su petulancia. Y pagará su arrogancia; ella misma se cavará su propia tumba
y será condenada a perecer por siempre en ella.
Su
hermana Matilda en cambio, es una joven que deserta de sus obligaciones como
dama. No siente la mínima atracción por eventos sociales que tanto entusiasman
a Rosalie, y tampoco se preocupa demasiado de su aspecto o de hablar de un modo
exento de blasfemias. No parece tener prisa por casarse, como si no le
preocupara en absoluto su finalidad de matrimoniarse, y en cambio prefiere
pasarse la vida expuesta al aire libre, montando a caballo o viendo
expediciones de caza. Por su comportamiento, tan salvaje e inadecuado, será
censurada por su familia, sobre todo por su madre.
Personalmente,
me ha parecido interesante la descripción de las personas que interactúan con Agnes
Grey y la de sus ocupaciones, que consistían en asistir a bailes y demás
celebraciones destacadas, en acudir a la iglesia, practicar el bordado y ensayar
algún instrumento, salir a pasear por los jardines, leer o recibir visitas.
Pocas cosas además de eso era lo que hacían las mujeres. Los hombres tampoco
tenían un abanico amplio de opciones, aparte de su asistencia semanal a misa y
de participar en eventos sociales, no hacían mucho más que leer, salir a
cabalgar o ejercitarse en una cacería.
En
cambio, las clases proletarias no tenían una vida tan insípida y sedentaria.
Anne Brontë dota a Agnes de una bondad innata que la conduce a visitar a la
gente más infortunada con el propósito de hacer más llevadera su condición
necesitada. De ese modo también se nos retrata un poco la gente más humilde,
aquellos que deben trabajar duro para todo: tanto para mantener a su familia
como para permanecer en ese mundo y poder cuidar de ella. Y son pocos los
nobles que se apiadan de ellos y se interesan por sus miserias. Y lo más triste
de todo es que normalmente, cuando los acaudalados se molestaban en prestarles
algún mínimo favor, no lo hacían con el propósito de sosegar sus cansadas almas,
sino que lo hacían con la intención de deleitarse con la exuberante gratitud
que contemplan en los ojos de los plebeyos, siendo encumbrados por estos al
estatus de santería que en realidad no merecían.
Saco
en conclusión que aquella época era demasiado egoísta e improductiva. Los ricos
no tenían preocupaciones materiales, y en la mayoría de los casos no empleaban
su vida en nada fructífero. Criados en un ambiente con la pasividad y la comodidad
inútil como doctrinas, carecían de espíritu, de ganas de usar todos aquellos privilegios
que poseían para hacer del mundo un lugar mejor que no solo beneficiase a unos
pocos. Y los escasos que tenían esas aspiraciones carecían de medios para
llevarlas a cabo. Por otro lado, los pobres, los que sí tenían chispa, no
podían emplear sus energías en otra cosa que en sobrevivir y procurar la
manutención de los que estaban a su cargo.
Es
por tanto esta época una etapa cruda para todas las gentes, pero que por alguna
razón, tal vez por los límites tan definidos en la sociedad, por las privaciones
tan marcadas y los deseos y pasiones tan ardientes que las censuras inspiraban,
tal vez por todo ello, es una época que me suscita fascinación y curiosidad.
Y
este libro, muy instructivo, como ya he dicho, me ha aplacado bastante mi
hambre por conocer más de esta era.
Además
de los ejemplos del día a día de entonces, también cuenta con la historia
personal de una joven algo tímida y retraída, silenciosa y observadora, sensata
y bondadosa, que tendrá que atravesar muchos momentos difíciles y enfrentarse a
duras situaciones. Eso además de tener que combatir sus propios anhelos y
deseos de felicidad.
El
libro posee buenos diálogos y reflexiones muy interesantes, los cuales
enriquecen la amena y rica prosa de Anne Brontë.
Hola, Lizzie!
ResponderEliminarMe alegra mucho leer esta reseña. Una tan acostumbrada a las novelas románticas escritas por autoras contemporáneas, espera leer algo de esas escenas románticas en las victorianas, jajaja; mira cómo nos come el cerebro, que tenemos que re-procesar y ponernos el chip de escritoras como las hermanas Brönte o la misma Austen, para absorver la lectura con la misma meticulosidad con que fueron escritas.
Realmente la pluma de esas autoras es preciosa y maravillosa; es una lástima que actualmente las personas no se cultiven en todas las áreas literarias. Hay que ampliar la gama para que, indistintamente de nuestra preferencia litetaria, podamos hacer referencias y abarcar más puntos de vista que nos enriquezcan como personas.
¡Buen sábado, guapa!