Puntuación:☆☆☆☆
Una vez más,
Shakespeare me ha deleitado con su prosa lírica, su agudo ingenio y
su certera crítica, así como las reflexiones que a menudo recurren
a las mentes humanas pero que él hace de ellas un canto envuelto de
sensaciones, descarnando las palabras y mostrándonos la belleza y la
crudeza que encierran.
Si menciono a Hamlet,
seguro que todo el mundo conoce quién es y la tragedia que le
envuelve. Hamlet es una de las obras más afamadas del autor y hasta
los Simpson hacen una parodia en un capítulo. Con lo cual, lo que se
refiere a la trama, siendo un clásico tan aclamado y explotado hasta
la saciedad, no resulta sorprendente ni novedoso. Así que no está
en la intriga el encanto de la obra, sino en los personajes y en la
finísima prosa y la manera de desenvolver ideas que adormecen en
todos nosotros, esperando las palabras que más fieles les sean para
ser al fin expresados. Y eso y mucho más es lo que nos da
Shakespeare.
Y no me deleito con su
maestría tan solo por no contradecir a la opinión general.
Simplemente de verdad creo que era talentoso en extremo. Por algo sus
obras son clásicos, y son clásicos porque atesoran enseñanzas,
fórmulas e ideas que no son caducas. Y me refiero tanto a la técnica
para contar historias como a la esencia intelectual de sus obras.
Porque por un lado, es innegable la genialidad de este hombre para
construir escenarios, sensaciones y personajes de la nada. Haced
cuenta de que escribe teatro y que no puede valerse de la descripción
narrativa para situarnos el relato. Y sin embargo he deambulado por
la extensa y solitaria explanada por el que vaga el espectro del rey
difunto, he captado la atmósfera de aprensión y recelo que envolvía
a los personajes, he admirado las orquídeas y las flores y ortigas
que flotando en el lago compartían la nefasta suerte de la bella
Ofelia. Y no solo eso, también he conocido en profundidad a los
personajes que empuñan la acción en la obra, y sin necesidad de
saber qué ropa vestían o de que color tenían el pelo; desechando
todas esas superficialidades he tenido el retrato más fiel que se
puede tener de una persona, que se obtiene espiando sus pensamientos,
escuchando sus palabras y juzgando sus actos.
De ese modo, se nos
presenta a un rey traicionero, culpable de fratricidio, envenenado de
maldad hasta la médula, falto de escrúpulos, y pese a todo
Shakespeare consigue presentárnoslo como alguien que también es
digno de compasión, por mínima que sea, cuando él desea
arrepentirse del asesinato de su hermano y es incapaz. También está
la reina, casada con el hermano de su primer esposo, convertida en un
manojo de debilidad y pecado a ojos de su hijo, que a través del
precoz olvido de su madre escupe sobre el amor y la lealtad de la
mujer. Tenemos a Ofelia, siempre pasiva, siempre víctima, primero
del desdén de Hamlet, que retira sus promesas de amor a ella,
después de la provocada muerte de su padre, a cuyo dolor no sabe
sobreponerse y enloquece a fin de encontrar refugio de la amarga
realidad, y cuya locura la conduce al suicidio. Tenemos también a su
hermano, Laertes, que tampoco logra digerir el dolor de la pérdida
de su padre, al que pronto se le añade también la de su hermana, y
se inflama de deseos de venganza, y el arma traicionera que empuña
se vuelve contra él mismo llevándole a la muerte. Y no hay que
olvidarse de Horacio, el leal y virtuoso amigo de Hamlet, un hombre
muy cabal y equilibrado que se ve envuelto en el drama y la sangre
pero que consigue atenerse a la cordura. Solamente flaquea al final,
tentado de suicidio, cuando ve caer a su amigo, pero finalmente queda
en pie a petición de Hamlet para encargarse de contar la verdad y
justificar los crímenes de su amigo y limpiar de calumnias su
recuerdo. Y por último el propio Hamlet, un joven romántico e
idealista, sensible en extremo, inteligente y leal. En la obra los
personajes que le rodean insisten en que se vuelve loco, pero yo no
lo creo. Sí, en cambio, le trastornó el dolor; la pérdida de su
padre anuló su voluntad hasta el extremo de soñar con la paz y el
silencio de la muerte, viendo la vida como un atajo de sufrimiento,
infortunio y dolor. Pero cuando se le aparece el espectro de su
padre, de alguna manera le es devuelta la energía vital, ya no
empleada en sus intereses sino en los de su padre, que le pide que
vengue su muerte. De este modo Hamlet halla un impulso para seguir
existiendo, aún cuando sea para sazonar su alrededor de dolor y
muerte, de contaminar el aire de deseos de venganza que se culminan
con la muerte de toda la familia real, incluyendo también a Ofelia,
su padre, y su hermano y hasta dos compañeros de universidad de
Hamlet.
Y digo yo que es una
obra destinada a la inmortalidad porque trata temas que son herencia
de la humanidad, como el amor, la muerte, la ambición, y en fin, la
miríada de complejas emociones que dan bandera a nuestro actos.
Aunque se hace hincapié ante todo en la muerte. En la muerte, porque
es algo que nos es legado como la necesidad de respirar, y sin
embargo somos incapaces de aceptarla con la misma naturalidad. La
muerte, como bien se dice en la obra, es un refugio para muchos, es
la cura de los dolores que se experimentan en la tierra, y
precisamente porque es el único antídoto infalible para la vida, es
que está protegida por un halo de misterio que engendra miedos y por
el severo castigo de Dios. También se insiste en la idea de que
somos polvo, de que estamos sujetos al mismo ciclo, al mismo destino,
y que todos, los más ricos y los más pobres, alimentamos a la
tierra, cebamos a los gusanos y solo queda de nosotros un esqueleto
putrefacto sin sonrisa, ni rasgos, ni ojos que admiren ya belleza
alguna.
¡Oh! Y se me ha
olvidado mencionar a la Fortuna. Shakespeare, a lo largo de la obra y
en especial a través de los soliloquios de Hamlet, expresa la huella
imborrable de la Fortuna en el devenir de las personas. Y es que
Hamlet está convencido de que la Fortuna rige nuestro destino, que
encauza el futuro y que nada ni nadie puede torcer el camino
expuesto. Y remata esta idea en dos marcadas ocasiones. La primera es
con la muerte de Polonio, que muere por estar en el sitio equivocado
en el momento inoportuno. Sin embargo, la gran reafirmación de esta
idea queda sellada con el final, cuando estando ya muerta toda la
familia real, el heredero al trono y las tierras sujetas a él mismo
resulta ser un príncipe noruego que pasaba por allí, alguien que
estaba en el lugar adecuado en el momento oportuno.
Por último decir que
creo que la obra está a la altura de su fama. Y estoy segura de que
resultará interesante, ya que afronta realidades a las que todos
hemos de enfrentarnos y porque es un despliegue de humanidad, de
mentes que afrontan verdades reconocidas por todos de manera
particular, construyéndose así el retrato de la esencia singular
que todos atesoramos.
Es, por tanto,
altamente recomendable.
Lizzie Villkatt
[X] Unas citas...
#1
¡Oh!...
¡Que esta sólida, excesivamente sólida, carne pudiera derretirse,
deshacerse y disolverse en rocío!... ¡O que no hubiese fijado el
Eterno su ley contra el suicidio!... ¡Oh Dio! ¡Dios!... ¡Qué
fastidiosas, rancias, vanas e inútiles me parecen las prácticas
todas de este mundo!... ¡Vergüenza de ello! ¡Ah! ¡Vergüenza! ¡Es
un jardín de malas hierbas sin escardar, que crece para semilla;
productos de naturaleza grosera y amarga lo ocupan únicamente!...
[…] -Hamlet
#2
Es
absolutamente inevitable que olvidemos pagarnos lo que nos debemos a
nosotros mismos. -Rey Claudio
#3
La
vista sin tacto, el tacto sin vista, el oído sin manos o sin ojos,
el olfato puro y simple, la más insignificante parte de un un solo y
sano sentido hubiera bastado a impedir la estupidez. -Hamlet
#4
Aquí pendían aquellos
labios que yo he besado no sé cuántas veces. ¿Qué se hicieron de
tus chanzas , tus piruetas, tus canciones, tus rasgos de buen humor,
que hacían prorrumpir en una carcajada a toda la mesa? ¿Nada, ni
solo un chiste siquiera para burlarte de tu propia mueca? ¿Qué
haces ahí con la boca abierta? Vete ahora al tocador de mi dama, y
dile que, aunque se ponga el grueso de un dedo de afeite, ha de venir
forzosamente a esta linda figura. Prueba a hacerla reír con eso.
-Hamlet
#5
Bien
hace en recomendarme a sí mismo; no se hallaría otra lengua que lo
hiciera por él. -Hamlet
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